La autoflagelación y la mortificación como formas de expiación del pecado y/o de faltas morales fueron practicas totalmente aceptadas y normales en los siglos pasados dentro de la Fe y las vivencias religiosas de aquellas épocas, es más, muchos de los que hoy llamamos “santos” practicaban habitualmente estos castigos físicos para expiar sus culpas y alinearse con el dolor que sufrió Cristo en la cruz, si bien en la actualidad estas practicas dentro de las congregaciones religiosas ya no son tan usuales, han llegado a ser primordiales y esenciales en lo que se ha venido a denominar “religiosidad popular”.
El dolor autoinfligido por mucho tiempo fue ligado directamente con la liberación del alma, es decir que mediante el sufrimiento físico el individuo podía llegar a expiar todas sus faltas encontrando con ello cierta calma espiritual y moral, ya con el transcurrir del tiempo estas practicas con fines religiosos fueron relegadas a un segundo plano, pero dentro de la fe popular y sus vivencias siguen vigentes y distan mucho de desaparecer.
Actualmente gente se auto flagela en varias momentos religiosos, mayormente cuando se realizan grandes peregrinaciones hacia la basílica de Guadalupe.